Memento Mori

Esta instalación convierte la arquitectura de esta sala de Can’Oliver, de marcado carácter, en un lugar arcaico y antropológico, donde reverberan los ecos y recovecos de la muerte.

Ocho momias de mujer levitan a escasos centímetros del suelo. En su ascenso hacia el otro mundo, dejan los vestigios de su existencia mortal, a través de lo que fueron sus valiosas pertenencias. Los acompañan ocho sudarios de oro que nos recuerdan lo que nunca fue nuestro.

Momia como símbolo de tiempo, enfermedad y muerte, que escapa del cuerpo para alzarse al infinito. Y oro como símbolo de riqueza, belleza y todo aquello terrenal que dejamos en el momento de nuestro ascenso.
Con esta exposición, Vallejo refleja su idea personal de momia, de la que extrae la parte psicológica. A través de esta, intenta retar a la muerte y dar la única respuesta que puede a lo inevitable. Lo espiritual y lo terrenal se encuentran presentes, de forma indisoluble, en su obra; y es, precisamente, el simbolismo entre la contraposición de los dos lo que le interesa.

La instalación se integra en el glosario iconográfico que sistematiza los símbolos de Memento mori de modo muy explícito. Con ella quiere recordarnos nuestra propia mortalidad, pero, al mismo tiempo, desea transmitirnos el sentimiento de amar y valorar la vida. A través de la confrontación de lo material con lo inmaterial, intenta que broten los sentimientos más íntimos en cada uno de nosotros.